domingo, 11 de octubre de 2015

Ciudades seguras para las mujeres desde una perspectiva de género

Por Clara Attardo

En http://www.moron.gov.ar/politicas_genero/descargas/manual_de_herramientas_para_monitoreo.pdf


Fundamentos políticos
El proyecto Derecho a una Ciudad Segura y Equitativa para las Mujeres se propone garantizar que las mujeres circulen por las ciudades libres de todo tipo de violencia, fomentando la inclusión y el intercambio con los diversos grupos sociales que habitan los espacios. En las ciudades se combinan y articulan fenómenos sociales complejos tanto de orden local, global, nacional, etc. Son un espacio de encuentro entre diversidades, son escenario donde se ejercen los derechos, donde se ven menoscabados, donde existen juegos de poder y resistencias simultáneamente. Las ciudades son espacios de tensión entre diferentes grupos que pugnan por ser reconocidos. Las mujeres han impulsado en Latinoamérica procesos de urbanización “no solamente con la presencia demográfica, sino a través de su participación constante como eficaces gestoras socia- les de las necesidades y demandas colectivas, y como productoras del espacio habitable”. (1) En esta dinámica nos encontramos con diferencias en el acceso a las ciudades por parte de los diversos grupos sociales, donde la igualdad formal no se plasma en igualdad real en térmi- nos de derechos. Es central visibilizar que las ciudades no son espacios neutros, en ellas se dan interjuegos de desigualdades, exclusiones y violencias. Las ciudades están atravesadas por inequidades de género. No han sido construidas de acuerdo a las necesidades de las mujeres, ya que tradicio- nalmente no se concebía a las mismas como sujetas con derecho a las ciudades. Estas desigualdades de género se encarnan en la distribución espacial de las ciudades donde hay espacios diferentes habilitados y legitimados para varones y/ o para mujeres. Existen tam- bién diferencias en el uso del tiempo en las ciudades por parte de los géneros, diferentes espa- cios de circulación, etc. En términos reales,las mujeres tienen menos acceso al despliegue espacial y temporal que los varones en las ciudades. Asimismo,las ciudades traducen,en sus distribuciones espaciales,las desigualdades y fragmentaciones sociales que son efecto del capitalismo tardío. Se puede observar en la presencia de espacios cerrados, privados, inaccesibles más la concomitante degradación del espacio públi- co expresada en las condiciones medioambientales (presencia de basurales, tala de árboles, contaminación de las aguas, etc.). Las urbes parecen haberse dividido en compartimientos estancos o “guetos” exclusivos y excluyentes, generando accesos desiguales y potenciando la conflictividad social. Las ciudades son creadas por las interrelaciones de las personas que las habitan. Pensar en
las ciudades es pensar en los sujetos, los discursos, los imaginarios sociales, las relaciones de poder, etc. que la construyen. Por lo tanto, desde una perspectiva de Género, es fundamental tomar estas concepciones diná- micas para pensar en las ciudades seguras y equitativas para las mujeres. Que las mujeres no puedan acceder y disfrutar del espacio público de igual forma que los varones es un tipo de violencia de género invisibilizada en nuestras sociedades. Este tipo de vio- lencia lleva a que las mujeres se refugien en el espacio privado, y es justamente el ámbito fami- liar donde se agudizan las violencias hacia las mujeres.

Repensando el concepto de Seguridad desde el Género
Actualmente, en las complejas realidades latinoamericanas, estamos debatiendo sobre seguridad a fin de generar estrategias de acción y políticas públicas. El desafío es construir un concepto de seguridad del que devengan prácticas que generen ciudadanía vinculada al ejercicio de las libertades y no a su restricción. Según la especialista en género, Virginia Vargas,la seguridad tradicionalmente ha sido entendida como defensa del orden Estatal. Con el desarrollo del orden económico neoliberal se ha deslizado hacia una concepción de protección de la propiedad privada, privatizando las funciones de seguridad y homologando políticas criminales a políticas de seguridad. De esta manera, se vuelven legítimas diferentes formas de exclusión y expulsión social a diversos grupos, que por sus condiciones sociales, raciales y étnicas se tornan potencialmente peligrosos. Las condiciones de vida inequitativas, la exclusión social, la falta de distribución de la rique- za, el deterioro del medioambiente, entre otros factores, crean condiciones de inseguridad e incer- tidumbre, que sumadas al contexto global actual generan angustia en los sujetos en sus vidas cotidianas. Inseguridad es por ende irreductible a criminalidad. Por otra parte, las problemáticas de seguridad/inseguridad operan como construcciones imaginarias sociales que se reproducen en las prácticas y se encarnan en las subjetividades ali- mentando el miedo, la incertidumbre y, por sobre todo, la desconfianza en el prójimo, poten- ciando la fragmentación social. En los últimos años no es menor la incidencia de los medios masivos de comunicación en la construcción de este imaginario que refuerza el temor frente al espacio público. También constru- yen estos imaginarios las fuerzas sociales y políticas conservadoras que colocan la inseguridad en determinados sectores sociales (de acuerdo a su procedencia, raza, etnia, etc.). Otro factor impor- tante a destacar es que la seguridad privada se ha convertido en un gran negocio en la actualidad. Es importante interrogar estas concepciones desde una perspectiva de Derechos Humanos para lo cual la noción de seguridad humana, en contraposición a la de seguridad policial, puede ser una herramienta interesante. Desde una perspectiva de Derechos Humanos, la lucha contra la inseguridad es una tarea por el logro de mayores grados de justicia que acaben con la fragilidad que viven los sujetos sociales. Estamos hablando deseguridad humana,refiriendo a que todas las personas tengan dere- cho a ejercer su libertad en igualdad de condiciones y acceso a bienes sociales. En esta línea de pensamiento, incluimos los intereses ciudadanos que serán satisfechos en la medida en que la institucionalidad estatal pueda, por medio de las políticas públicas, interve- nir en contrarrestar las inequidades de poder que se expresan en estas situaciones. En este sentido, estamos en un terreno donde el concepto de seguridad remite a ciudadanía y democracia, no a criminalidad y represión. Aquí nos encontramos con el enorme desafío de seguir reflexionando a la luz de los aportes del feminismo: seguridad ciudadana no es reducible a seguridad en el espacio público. Es necesario pensar en la seguridad para las mujeres en los diferentes ámbitos en donde ellas circulan, rescatando los vínculos entre los mismos y sin reducir intervenciones a ninguno de ellos. Es necesario pensar las rutas de las mujeres que incluyen el hogar, el barrio, la ciudad, el trabajo, los medios de transporte, las calles, etc. Es fundamental visibilizar los circuitos que construyen las mujeres en sus vidas cotidianas para crear estrategias de seguridad. Esto no puede realizarse sin reconocer la violencia de género en el ámbito privado, ya que esto reforzaría el temor de las mujeres al ámbito público, significado como peligroso, y haría invisible las relaciones de opresión dentro del hogar. De esta manera, se construye el imaginario social del temor deslizado hacia el afuera, hacia los desconocidos, cuando la mayoría de mujeres y niños/as, que padecen todo tipo de violencia, incluyendo la sexual, la viven en el ámbito privado y los perpetradores suelen ser personas conocidas. Esto se torna imposible de ser visto y altamente conmocionante cuando se recibe violencia de quien menos se espera y teme.
Derecho a una Ciudad Segura y Equitativa para las Mujeres, una estrategia para la transversalidad de Género
Transversalidad implica ubicar la dimensión de género en la “corriente principal” del desarro- llo. Es un enfoque político cuyo objetivo es la integración de las mujeres en el eje principal del desarrollo, reconociendo la necesidad de influir en todas las metodologías, análisis, políticas y planificación desde una perspectiva de género. El objetivo inmediato es la mejora de la posición social, política y económica de las mujeres, a través de las acciones del Estado, de la Cooperación y de los otros actores sociales, es decir, no sólo en las iniciativas “marginales” sino en las “principales”, en el nivel de las políticas, planes, programas y proyectos, en todos los sectores en los presupuestos más significativos. La transversalidad o mainstreaming de género implica incorporar los aspectos de género en las agendas, en la toma de decisiones y una mayor participación en condiciones de igualdad y equidad de mujeres y hombres en la conformación de las políticas y la dirección del desarrollo. Pero la integración de la equidad de género en la “corriente principal” requiere de estrategias y programas específicos, de una agenda institucional que la promueva y de recursos concretos y procesos de reformas amplios que son necesarios incorporar progresivamente en los diversos espacios institucionales. “El objetivo de estos esfuerzos es aumentar su capacidad de crear las condiciones para que mujeres y hombres por igual, de toda condición social, puedan realizarse y sentirse seguros/as. Construir sociedades donde mujeres y hombres, libres de la necesidad y el miedo, puedan realizar plenamente su potencial humano y participar, en pie de igualdad, en el desarrollo de la socie- dad, compartiendo sus riquezas y beneficios sobre la base de la paridad.” (3) La aplicación de la perspectiva de género en las políticas públicas que persiguen el logro de la equidad exige una postura crítica de las realidades que tocan o expresan la situación y posi- ción de las mujeres y los hombres, en el propósito de descubrir si tales condiciones están deter- minadas por pertenecer a uno u otro sexo. Se trata del revelamiento de la existencia abierta o invisibilizada de la jerarquía y las relaciones de poder entre los géneros. (4) Es en este sentido que, “Derecho a una Ciudad Segura y Equitativa para las Mujeres” pretende monitorear la transversalidad de género en las políticas públicas que conllevan la planificación y gestión de las ciudades. Buscando una mayor autonomía y libertad de las mujeres en el uso y la apropiación de los espacios públicos.
Esta construcción social de la inseguridad reducida al espacio público, concebido como peli- groso, genera mecanismos de expulsión de las mujeres de este espacio, debilitando sus redes sociales, cortando la posibilidad de lucha por espacios políticos de reconocimiento y de habitar las ciudades con libertad. Es interesante también ver el efecto que este imaginario social sobre la inseguridad tiene en los varones. Existen estadísticas situadas en Brasilia (Zanotta, 2008) que muestran que el 90% de los homicidios perpetrados en las calles son de varones jóvenes hacia varones jóvenes. Incremen- tando las muertes, por causas externas, en Brasil. El carácter temerario que se imprime en la construcción tradicional de las subjetividades masculinas tiende a negar el temor, a no reconocerlo y a incrementar las situaciones de riesgo. El tema de la seguridad en las ciudades nos enfrenta a pensar como aún persisten formas de padecimiento y ejercicio de las violencias que siguen patrones de género tradicionales y que estos a su vez se retroalimentan (Zanotta, 2008) con las nuevas violencias emergentes de las condiciones históricas, sociales, económicas y tecnológicas actuales. En un contexto donde crece la trata de personas, así como la violencia de género en sus distintas expresiones, se agudizan las desigualdades, el racismo y la exclusión social. Esto se traduce en el recrudecimiento de las formas de violencia hacia las mujeres.

El Proyecto
A través del proyecto Derecho a una Ciudad Segura y Equitativa para las Mujeres se intenta visibi- lizar en qué medida -cuando se planifican y ejecutan políticas públicas tendientes a la seguridad, a la creación de espacios públicos y al acceso a la ciudad- se tienen en cuenta las maneras parti- culares en que viven mujeres y varones los espacios, cómo son las experiencias respecto de la seguridad, etc. Con este fin se realizó un diagnóstico y un monitoreo de la transversalidad de género en la planificación y ejecución de las políticas públicas municipales tendientes a promover una ciu- dad segura y equitativa para las mujeres (2). A partir de los resultados obtenidos, se llevaron a cabo al interior de los diferentes estados locales socios, capacitaciones con funcionarios y funcionarias sobre la importancia de la pers- pectiva de género en la planificación y la ejecución de las políticas públicas locales. A la vez que se abrieron espacios de consulta a mujeres y varones de la comunidad respecto al tema de segu- ridad y acceso a la ciudad. De esta experiencia participaron el Municipio de Morón, como entidad Coordinadora. La Alcal- día Mayor de Bogotá, Colombia; la Prefeitura de Diadema, Brasil; la Municipalidad de Escazú, Costa Rica; el Ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat, Barcelona, España; y el Centro de Comu- nicación e Investigación aplicada “Mujer y Sociedad” Lima, Perú.

Notas
1. Massolo, A. «Análisis y propuestas para la acción de los gobiernos locales en la seguridad de las mujeres en las ciudades», en Ciudades para convivir, p.138. 2. El monitoreo implica recoger la información necesaria para decidir en el momento oportuno la orienta- ción de un programa o proyecto. Esta información también permite constituir una base de datos para el análisis, la discusión, la evaluación y el establecimiento de informes. Como tema transversal, el género debe ser integrado en todos los sistemas de monitoreo.