Por Clara Attardo
Hace tiempo me pregunto si el concepto de género puede perder su potencialidad política y transformadora y de ser así a qué se debería.
Por sus antecedentes el concepto de género tiene un origen complejo que retoma aspectos de los Estudios de la Mujer, que en buena medida se enlazan a construcciones vinculadas a la epistemología feminista.
No es intención de mi artículo hacer una revisión epistemológica, sino reflexionar sobre el riesgo del vaciamiento o cristalización de sentido de un concepto políticamente potente y cuáles pueden ser los anclajes que nos sirvan de guía para revitalizar al género como herramienta transformadora.
Sin embargo revisar algunas cuestiones del origen no está de más. Quién acuña el concepto de género a mediados del siglo XX es John Money, endocrinólogo y sexólogo conductista. De alguna manera Money observa los quiebres o si se quiere fracturas en el supuesto abrochamiento “natural” entre la genitalidad y la identidad de género que asumen muchos/as de sus pacientes.
Es decir que advierte que muchos/as niños/as que nacían con genitales ambiguos adquirían identidades acordes a sexo con que sus familias los criaban.
Me interesa revisar el anclaje corporal del concepto de género, porque tal vez allí también haya una clave de su potencia.
Habitualmente entendemos que “género” alude a aquellos entramados culturales, imaginarios sociales, mitos, que construyen subjetividades acordes a determinados patrones sobre lo femenino, lo masculino, en un momento histórico.
Con este concepto se trata de describir, explicar y transformar la relación desigual de poder y oportunidades sociales entre los sexos.
Sin embargo, y reflexionando sobre el origen del concepto me pregunto:
¿Por qué cuando explicamos “género” en la universidad, en capacitaciones y espacios de sensibilización nos remitimos a un orden de ideas, a conceptos abstractos, hablamos de roles, imaginarios, relaciones de poder; y sin embargo cuando trabajamos con las mujeres, cuando marchamos juntas, lo hacemos en gran medida retornando al orden material, en nombre de nuestros cuerpos?.
Mirando a las mujeres, con perspectiva de género, temas como la violencia, la trata con fines de explotación sexual, el aborto son nodales en nuestra agenda política, que muchas veces parece que el concepto de género no logra capturar en su vitalidad.
El trabajo con colectivos de mujeres; escuchar a las mujeres, hace la diferencia: “tengo espaldas para aguantar”, “quiero decidir si ser madre o no”, “ yo aborté”, “le pongo el cuerpo” “yo decidí como parir”, "este cuerpo no se mata, no se viola"; son expresiones vitales que deben ser el motor de la elaboración de nuestro campo conceptual.
El cuerpo vivido como parte de las subjetividades resiste a nuestras mentes racionales, que reproducen la vieja dicotomía mente-cuerpo que se cuela muchas veces cuando hablamos de género.
Habrá que avanzar hacia una mirada y una conceptualización sobre la construcción de las subjetividades que integre al cuerpo como dimensión fundamental para generar cambios sociales y equidad.
Propongo visibilizar la experiencia, la praxis, concebir a las ideas con su materialidad, ubicarnos en el terreno de las acciones, de las sensaciones, de las pasiones que dan rienda suelta al pensamiento más vivo, creativo y transformador.
Apropiarnos de los cuerpos vividos, de la experiencia vital, des-generizándolos, es abrir las fronteras; resquebrajar la mirada del otro que se ha encarnado a través de la violencia simbólica; dejando caer la piel del amo para que se geste la piel propia, el cuerpo vivido, el cuerpo subjetivo, el cuerpo político, el cuerpo propio.
Incluir al cuerpo vivido-experiencial como parte inexpugnable de las subjetividades, nos hará dialogar en términos políticos con la biología, con la medicina, con la física, la química, ampliando las fronteras ideales del "género".
Género, es actualmente un concepto que corre el riesgo de ser reducido por violencia simbólica, a la mera descripción y/o interpretación abstracta sobre los roles "esperables" para mujeres y varones. El riesgo que se corre con estos planteos, es el vaciamiento de la potencia libertaria de este campo de ideas, ya que se las enajena de la experiencia de los cuerpos.
Bibliografía:
Diana Maffia. " Los cuerpos como frontera".
http://dianamaffia.com.ar/archivos/Los-cuerpos-como-frontera.pdf
Por sus antecedentes el concepto de género tiene un origen complejo que retoma aspectos de los Estudios de la Mujer, que en buena medida se enlazan a construcciones vinculadas a la epistemología feminista.
No es intención de mi artículo hacer una revisión epistemológica, sino reflexionar sobre el riesgo del vaciamiento o cristalización de sentido de un concepto políticamente potente y cuáles pueden ser los anclajes que nos sirvan de guía para revitalizar al género como herramienta transformadora.
Sin embargo revisar algunas cuestiones del origen no está de más. Quién acuña el concepto de género a mediados del siglo XX es John Money, endocrinólogo y sexólogo conductista. De alguna manera Money observa los quiebres o si se quiere fracturas en el supuesto abrochamiento “natural” entre la genitalidad y la identidad de género que asumen muchos/as de sus pacientes.
Es decir que advierte que muchos/as niños/as que nacían con genitales ambiguos adquirían identidades acordes a sexo con que sus familias los criaban.
Me interesa revisar el anclaje corporal del concepto de género, porque tal vez allí también haya una clave de su potencia.
Habitualmente entendemos que “género” alude a aquellos entramados culturales, imaginarios sociales, mitos, que construyen subjetividades acordes a determinados patrones sobre lo femenino, lo masculino, en un momento histórico.
Con este concepto se trata de describir, explicar y transformar la relación desigual de poder y oportunidades sociales entre los sexos.
Sin embargo, y reflexionando sobre el origen del concepto me pregunto:
¿Por qué cuando explicamos “género” en la universidad, en capacitaciones y espacios de sensibilización nos remitimos a un orden de ideas, a conceptos abstractos, hablamos de roles, imaginarios, relaciones de poder; y sin embargo cuando trabajamos con las mujeres, cuando marchamos juntas, lo hacemos en gran medida retornando al orden material, en nombre de nuestros cuerpos?.
Mirando a las mujeres, con perspectiva de género, temas como la violencia, la trata con fines de explotación sexual, el aborto son nodales en nuestra agenda política, que muchas veces parece que el concepto de género no logra capturar en su vitalidad.
El trabajo con colectivos de mujeres; escuchar a las mujeres, hace la diferencia: “tengo espaldas para aguantar”, “quiero decidir si ser madre o no”, “ yo aborté”, “le pongo el cuerpo” “yo decidí como parir”, "este cuerpo no se mata, no se viola"; son expresiones vitales que deben ser el motor de la elaboración de nuestro campo conceptual.
El cuerpo vivido como parte de las subjetividades resiste a nuestras mentes racionales, que reproducen la vieja dicotomía mente-cuerpo que se cuela muchas veces cuando hablamos de género.
Habrá que avanzar hacia una mirada y una conceptualización sobre la construcción de las subjetividades que integre al cuerpo como dimensión fundamental para generar cambios sociales y equidad.
Propongo visibilizar la experiencia, la praxis, concebir a las ideas con su materialidad, ubicarnos en el terreno de las acciones, de las sensaciones, de las pasiones que dan rienda suelta al pensamiento más vivo, creativo y transformador.
Apropiarnos de los cuerpos vividos, de la experiencia vital, des-generizándolos, es abrir las fronteras; resquebrajar la mirada del otro que se ha encarnado a través de la violencia simbólica; dejando caer la piel del amo para que se geste la piel propia, el cuerpo vivido, el cuerpo subjetivo, el cuerpo político, el cuerpo propio.
Incluir al cuerpo vivido-experiencial como parte inexpugnable de las subjetividades, nos hará dialogar en términos políticos con la biología, con la medicina, con la física, la química, ampliando las fronteras ideales del "género".
Género, es actualmente un concepto que corre el riesgo de ser reducido por violencia simbólica, a la mera descripción y/o interpretación abstracta sobre los roles "esperables" para mujeres y varones. El riesgo que se corre con estos planteos, es el vaciamiento de la potencia libertaria de este campo de ideas, ya que se las enajena de la experiencia de los cuerpos.
Bibliografía:
Diana Maffia. " Los cuerpos como frontera".
http://dianamaffia.com.ar/archivos/Los-cuerpos-como-frontera.pdf
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