lunes, 11 de noviembre de 2013

Cuerpos Vividos

Por Clara Attardo

Hace tiempo me pregunto si el concepto de género puede perder su potencialidad política y transformadora y de ser así a qué se debería.

Por sus antecedentes el concepto de género tiene un origen complejo que retoma aspectos de los Estudios de la Mujer, que en buena medida se enlazan a construcciones vinculadas a la epistemología feminista.

No es intención de mi artículo hacer una revisión epistemológica, sino reflexionar sobre el riesgo del vaciamiento o cristalización de sentido de un concepto políticamente potente y cuáles pueden ser los anclajes  que nos sirvan de guía para revitalizar al género como herramienta transformadora.

Sin embargo revisar algunas cuestiones del origen no está de más. Quién acuña el concepto de género a mediados del siglo XX es John Money, endocrinólogo y sexólogo conductista. De alguna manera Money observa los quiebres o si se quiere fracturas en el supuesto abrochamiento “natural” entre la genitalidad  y la identidad de género que asumen muchos/as de sus pacientes.

Es decir que advierte que muchos/as  niños/as que nacían con genitales ambiguos adquirían identidades acordes a sexo con que sus familias los criaban.

Me interesa revisar el anclaje corporal del concepto de género, porque tal vez allí también haya una clave de su potencia.

Habitualmente entendemos que “género” alude a aquellos entramados culturales, imaginarios sociales, mitos, que construyen subjetividades acordes a determinados patrones sobre lo femenino, lo masculino, en un momento histórico.

Con este concepto se trata de describir, explicar y transformar la relación desigual de poder y oportunidades sociales entre los sexos.

Sin embargo, y reflexionando sobre el origen del concepto me pregunto:

¿Por qué cuando explicamos “género” en la universidad, en capacitaciones y espacios de sensibilización nos remitimos a un orden de ideas, a conceptos abstractos, hablamos de roles, imaginarios, relaciones de poder; y sin embargo cuando trabajamos con las mujeres, cuando marchamos juntas,  lo hacemos en gran medida retornando al orden material, en nombre de nuestros cuerpos?.

Mirando a las mujeres, con perspectiva de género, temas como la violencia, la trata con fines de explotación sexual, el aborto son nodales en nuestra agenda política, que muchas veces parece que el concepto de género no logra capturar en su vitalidad.

El trabajo con colectivos de mujeres; escuchar a las mujeres, hace la diferencia: “tengo espaldas para aguantar”, “quiero decidir si ser madre o no”, “ yo aborté”, “le pongo el cuerpo” “yo decidí como parir”, "este cuerpo no se mata, no se viola"; son expresiones vitales que deben ser el motor de la elaboración de nuestro campo conceptual.

El cuerpo vivido como parte de las subjetividades resiste a nuestras mentes racionales, que reproducen la vieja dicotomía mente-cuerpo que se cuela muchas veces cuando hablamos de género.

Habrá que avanzar hacia una mirada y una conceptualización sobre la construcción de las subjetividades que integre al cuerpo como dimensión fundamental para generar cambios sociales y equidad.

Propongo visibilizar la experiencia, la praxis, concebir a las ideas con su materialidad,  ubicarnos en el terreno de las acciones, de las sensaciones, de las pasiones que dan rienda suelta al pensamiento más vivo, creativo y transformador.

Apropiarnos de los cuerpos vividos, de la experiencia vital, des-generizándolos, es abrir las fronteras; resquebrajar la mirada del otro que se ha encarnado a través de la violencia simbólica; dejando caer la piel del amo para que se geste la piel propia, el cuerpo vivido, el cuerpo subjetivo, el cuerpo político, el cuerpo propio.

Incluir al cuerpo vivido-experiencial como parte inexpugnable de las subjetividades, nos hará dialogar en términos políticos con la biología, con la medicina, con la física, la química, ampliando las fronteras ideales del "género".

Género, es actualmente un concepto que corre el riesgo de ser reducido por violencia simbólica, a la mera descripción y/o interpretación abstracta sobre los roles "esperables" para mujeres y varones.  El riesgo que se corre con estos planteos, es el vaciamiento  de la  potencia libertaria de este campo de ideas, ya que se las enajena de la experiencia de los cuerpos.


Bibliografía:
Diana Maffia. " Los cuerpos como frontera".
http://dianamaffia.com.ar/archivos/Los-cuerpos-como-frontera.pdf

domingo, 3 de noviembre de 2013

Géneros y la salud de las mujeres


Por Clara Attardo*
¿ Que es  género? 
Cuando hablamos de género nos referimos a las ideas, discursos, mitos y mandatos que circulan social y culturalmente acerca de lo que son y lo que se espera que sean los varones y las mujeres.
Estas ideas se manifiestan y reproducen en las prácticas cotidianas en diferentes ámbitos como la familia, la escuela, los centros de salud, los hospitales, la universidad, entre otros.
Los mitos e ideas que circulan sobre los varones y las mujeres nos atraviesan todo el tiempo, se encarnan en nosotr@s indicándonos qué es correcto y esperable que hagamos. 
A través de los discursos que circulan en estas instituciones nos encontramos con mitos como el del amor romántico. Este mito nos dice cómo son las mujeres y varones, y cómo deben ser sus roles al interior de las parejas heterosexuales.
Seguramente hemos escuchado que las mujeres son románticas, deben cuidar y apoyar a sus seres queridos de manera incondicional y que existe una media naranja, un príncipe azul destinado a cuidarlas y protegerlas. Él brindará seguridad ya que es fuerte e inteligente, mientras las mujeres son sensibles e intuitivas.
Los varones serán los principales proveedores de recursos económicos así como los encargados de descubrir y guiar a las mujeres en el conocimiento del propio cuerpo, de su goce sexual, etc.  Las mujeres, en cambio, serán las encargadas de mantener unida la familia y de cuidar su salud, de atender y entender a la pareja.
Pero ¿acaso los varones no pueden ser sensibles, emotivos e intuitivos?, ¿pueden desconocer aspectos de su sexualidad y la de su pareja?, ¿y las mujeres no pueden ser autónomas respecto a tomar decisiones sobre su cuerpo, su sexualidad, el uso del dinero, etc.?
Este mito establece patrones de género que reproducen inequidades, ya que naturalizando roles y formas de ser, se convierten en moldes rígidos obstaculizando la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres.
El mito del amor romántico oculta que dentro de las parejas puede haber violencia y dificultades en la toma decisiones para las mujeres, por ende asimetrías de poder.

¿Con qué nos encontramos aquí?
Nos encontramos con la inequidad de oportunidades sociales para las mujeres respecto de los varones.
Las diferencias sexuales se transformarán en inequidad ya que se habilitará a los varones a realizar actividades con mayor acceso a  recursos económicos, sociales, culturales, eróticos y  políticos que las mujeres.
Esto se justifica en supuestas diferencias “naturales” que en realidad son la manera social en que se interpretan las diferencias físicas, en una sociedad donde los varones tienen más poder que las mujeres y. demás géneros.
Si socialmente pensamos que las mujeres son sensibles, emotivas, románticas por su “naturaleza femenina”, pensaremos que sus principales proyectos de vida deben estar relacionados con esto, es decir con la posibilidad de ser madre y esposa, generalmente ligada al mundo privado, es decir del hogar.  Esto dificulta aceptar socialmente otros deseos como el de no ser madres, la realización de oficios o profesiones tradicionalmente destinadas a los varones como cargos jerárquicos en general, el rubro de la construcción, del transporte, de la política, del deporte y demás.
Por ende si la masculinidad se asocia con la fuerza, la inteligencia y el éxito se destinarán a los varones tareas que se relacionen con estos valores.
Las tareas habitualmente relacionadas con el mundo público, estarán  vinculadas con la masculinidad. Sabemos que este ámbito se asocia con el prestigio, el reconocimiento, la ganancia de dinero, el éxito, el poder y el saber.

¿Qué relación tienen estas inequidades de género con la salud de mujeres?

Las inequidades en las condiciones de vida entre varones y mujeres, relacionadas con las asimetrías de poder en nuestra cultura, determinan de manera diferente el proceso de salud-enfermedad- atención entre los géneros.

Debemos tener en cuenta que las diferencias jerárquicas entre varones y mujeres se entraman con las diferencias étnicas, culturales, de clase, edad, opción sexual, etc. que posean.
Es decir que lo que se espera de los géneros en cada cultura con sus características, sumado a las condiciones y oportunidades de vida desiguales, constituirán vulnerabilidades específicas.

Sabemos que en nuestra sociedad aun no se ha logrado la redistribución de las tareas que se realizan al interior del hogar, es decir que principalmente las actividades domésticas relacionadas con la crianza y el cuidado de los niños o de algún integrante de la familia cuando se enferma, siguen siendo responsabilidades de las mujeres. El trabajo doméstico en la actualidad se suma a los roles que llevan a cabo las mismas en el mundo público, sea que desarrollen un empleo, cursen estudios, realicen tareas comunitarias, etc.

La suma de estas actividades impacta en la salud de las mujeres ya que siguen siendo las encargadas de sostener el equilibrio familiar, conteniendo a sus hijos, a su pareja, privilegiando el cuidado de la salud de los otros por sobre la propia.

Estas situaciones se enlazan, en muchos casos, con la alta incidencia de violencia familiar, la precarización del empleo femenino y la dificultad para el acceso y ejercicio de los derechos en salud. Estos factores vulneran aun más la salud de las mujeres. Diversas investigaciones (Burin, 1990) sostienen que esta situación compleja las lleva a un mayor consumo de psicofármacos o sustancias tranquilizantes. También pueden manifestarse diferentes formas de malestar como ansiedad, depresión, fobias, falta de proyectos, etc.

Por lo tanto es central que l@s efectores de salud escuchen estos malestares sin reducirlos a factores ligados con aspectos exclusivamente reproductivos.
Trabajar con las mujeres para que ellas se transformen en agentes de su propia salud, tendiendo a promover la construcción de autonomía en las mismas, puede abrir un camino de apropiación de los derechos y mayor autocuidado. Consideramos a la autonomía como la posibilidad de elegir y decidir sobre el propio cuerpo y llevar adelante proyectos de vida de manera autodeterminada.

Por otro lado, para pensar en la salud de los varones debemos tener en cuenta que en nuestra cultura se espera que ellos tengan más poder que las mujeres y lo ejerzan sobre ellas. Esto se manifiesta a través de la exposición a situaciones de riesgo, para sí y para los demás incluyendo a las mujeres, además son habilitados socialmente para el ejercicio de la violencia como modo de resolución de conflictos.

En la masculinidad tradicional se consolidan aspectos ligados a una imagen de varón viril, activo, que excluye la posibilidad de registrar el cansancio, los primeros síntomas de enfermedades y padecimiento; obstaculizando la apropiación del cuidado de la salud,  generalmente delegado en las mujeres.

Entre las consecuencias en salud de ser socializados para el ejercicio del poder, se destaca una mortalidad (tendencia a morir precozmente) diferencial respecto de las mujeres, que en nuestro país es de hasta siete años de diferencia, respecto de las mismas.
Si bien las mujeres viven más años que los hombres, presentan una mayor morbilidad (posibilidad de enfermar), donde prevalecen la artritis, cálculos biliares, varices, etc. que, si bien no son mortales, interfieren en  su bienestar cotidiano.

¿Por qué incorporar la perspectiva de género en salud, para trabajar en el campo de la salud de las mujeres?
Porque condiciones de vida diferentes, la división sexual del trabajo, expectativas, discursos, necesidades sociales, construyen identidades genéricas con necesidades y requerimiento distintos.
Por esto no siempre son eficaces iguales estrategias a fin de generar formas de vida saludables, se trata de visualizar que condiciones de existencia particulares ameritan intervenciones ajustadas a las mismas, es decir que realidades más equitativas sólo pueden construirse desarmando  las tramas de poder que oprimen un género por sobre el otro.
Es en este sentido que debemos introducir la idea de equidad para pensar las intervenciones salud, considerando que los determinantes diferenciales por género de los procesos salud-enfermedad-atención impactan en varones y mujeres de manera particular.
Estrategias socio-sanitarias que no tengan en cuenta este nivel de diversidad, es decir que sostengan que varones y mujeres requieren siempre de manera idéntica las mismas cosas, no podrán ser efectivas y correrán el riesgo de reproducir relaciones asimétricas de poder.

La perspectiva de género en salud implica un posicionamiento desde los derechos humanos para pensar en la promoción de la equidad entre varones, mujeres y los diversos géneros tendiendo a lograr mayores grados de democratización en las instituciones sociales, incluyendo las familias, las escuelas y las dependencias de salud.

Trabajar con los diversos géneros, en este caso específicamente con las mujeres, no implica que demos por sentado que apliquemos per se una perspectiva de género como categoría analítica y práctica. Adquirir esta mirada implica un tanto proceso complejo de formación conceptual y adquisición de herramientas operativas como un profundo movimiento subjetivo y compromiso político. 

Bibliografía
Burin, Mabel: “El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada”. Tercera parte, Buenos Aires.  Paidós, 1990
Burin, Mabel: “Nuevas perspectivas en salud mental de las mujeres”, en Las Mujeres en la Imaginación colectiva, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992, pp. 314-332
Burin, Mabel y Meler Irene: Género y Familia.  Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1998.
Connel R.W. La organización Social de la Masculinidad, en "Masculinidad/es. Poder y Crisis". Valdés T. y Olavarría J. (eds.) Ediciones de las Mujeres N°24, Santiago de Chile, 1997
Fernández, Ana María: “Hombres públicos-mujeres privadas”, en La mujer de la Ilusión, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1993, p. 157
Fernández, Ana María: “Madres en más, mujeres en menos: los mitos sociales de la maternidad”, en La mujer de la Ilusión, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1993, p. 182
Tajer, Debora: "Construyendo una agenda de género en las políticas publicas en salud" en Políticas Públicas, Mujer y Salud Edic. Universidad Nacional del Cauca y RSMLAC, Popayán Colombia, 2004, 27-39
www.psicomundo.con Foros Temáticos. Género, estudios feministas y psicoanálisis






* Lic. en Psicología. Docente de la asignatura Introducción a los Estudios de Género.  Facultad de Psicología. UBA. clarapsi@gmail.com